- - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - juntos un día nos viste pasar.

sábado, 28 de abril de 2007

¿Para qué me curaste cuando estaba herido(a)?

Uy, es dificil separarse. Por casi tres meses estuvimos juntos, entre mucha cerveza, muchas horas de bus, ideas, peleas, películas en cinematecas y cinemarks, presiones, descubrimientos y algunas entrevistas.

Si no fueran las Farc- una parte VIP que, más especificamente, se dedicó a enseñarme Colombia a mi, no quisiera nunca haberme separado de Al. Bueno, las cosas pasan y nos toman de surpresa (como cuentan muchísimo bien los textos de Al, mucho más frencuentes que los mios en este Caminito - pero juro que es por miedo de escribir en español, no más).

Quisiera que Al supiera lo cuanto fue especial estar con él mientras descubrimos tantas caras de Latinoamérica (y que él me perdonara por las demasiadas presiones y por los momentos de mal genio) y tantas novedades acerca de uno mismo (bueno, creo. Al, que me dices?).

Ahora, como él os adelantó, estoy en Caracas, a punto de ser recibida por Chávez en las conmemoraciones del Primero de Mayo - y esto en el sítio problablemente más agitado del mundo en esta fecha actualmente, ya que Fidel está enfermo y en su lugar vendrá el hermano (será?).

No creo, pero, que vaya a hacer la Revolución, tampoco estoy seguiendo los pasos del trio socialista (falta Evo Morales, quizás lo visite el año que viene), pero estoy segura de que voy a registrar las inflamadas frases de Hugo para enseñarlas a vosotros, con comentários.

Además, creo que mi revolución personal está hecha en mi, después de un largo recorrido tan rico en distintas experiencias, sin Ernesto Guevara o lo que sea, pero con el Che Ramos, el mejor.

Gracias, Al ;-)

PS.1. Correción:

(Colombia)

12. Popayán
13. Cali
14. Bogotá

14a. Medellín
14b. Cartagena
14c. Santa Marta

... y algunos pueblitos más al rededor de esto.

PS2. Al, el texto seguramente estará lleno de errores en español. Cuento contigo, aunque sea para ti ;-)

viernes, 20 de abril de 2007

Un alto en el Caminito

Soy consciente de que este blog tiene más lagunas que el sudoeste boliviano. Por ejemplo: la laguna llamada Colombia. Esto no quiere decir que no pensemos hablar de esta parte del viaje. De hecho, es una parte fundamental. Y es que, como ya he señalado en otro momento, los hechos no están ordenados cronológicamente.

Esto puede provocar en los lectores una desorientación mayor que la de un espectador de Memento. Para evitarlo, he decidido incluir la lista de la compra con todos los lugares visitados o por visitar en estricto orden cronológico. Podría haber seguido un orden alfabético, pero estaríamos en las mismas.

1. Intro: São Paulo

(Argentina)
2. Buenos Aires

(Chile)
3. Santiago de Chile (feat. Luis Ponce)
4. San Pedro de Atacama

(Bolivia)
5. Salar de Uyuni
6. La Paz
7. Copacabana (lago Titicaca)

(Perú)
8. Cusco
9. Lima
10. Máncora

(Ecuador)
11. Quito

(Colombia)
12. Popayán
13. Cali
14. Bogotá

(Venezuela)
15. Caracas

(Argentina)
16. Buenos Aires (reprise)

(Brasil)
17. Finale: São Paulo (reprise)
18. Bonus track: Rio de Janeiro

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miércoles, 18 de abril de 2007

El Chavo del Ocho








Pregunta: ¿quién es ése de la boina que está encima de Chávez?

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martes, 17 de abril de 2007

Todo 11 tiene su 13



Ésta es la frase utilizada para conmemorar el quinto aniversario del golpe de Estado (11 de abril) y posterior retorno de Hugo Chávez al gobierno (13 de abril).

Precisamente, el viernes 13 es el día que aterrizo en Venezuela. No está mal, para no haberlo planeado. En el taxi que me lleva a Caracas, escucho parte del exaltado discurso chavista. Por un momento, me da la impresión de que el presidente acaba de ser víctima de un intento de asesinato.

Camila dice que el Primero de Mayo asistirá a un discurso de Chávez*, del mismo modo que el Primero de Mayo anterior asistió (con André, Luis y un servidor) al de Fidel.

En cualquier caso, éste de Hugo sólo lo he presenciado por radio y televisión. Sin embargo, no he podido dejar de percibir la poderosa influencia del maestro.


* En realidad, éste es el objetivo real de su demora en Bogotá, donde piensa ahorrar durante unas semanas para poder estar en Venezuela el 1 de mayo. Del mismo modo, el curso de cine en Cuba fue una excusa para presenciar el discurso castrista.


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lunes, 16 de abril de 2007

Nadie dijo que fuera fácil

Me hago mayor y decido viajar de Bogotá a Caracas en avión. "Será más rápido, más fácil, más tranquilo", me digo. Y tengo toda la razón, salvo en lo de tranquilo y fácil.

Y eso que, de entrada, parece fácil. En la agencia de viajes se encargan de ello mediante un sinfín de indicaciones y consejos: tres horas antes en el aeropuerto, ir directamente a Exención de Impuestos, etcétera.

Eso hago: llego tres horas antes al aeropuerto, y si no voy directamente a que me eximan los impuestos (en realidad no te los eximen, sino que te dicen lo que tienes que pagar) es porque me aborda una señorita para que precinte la mochila y yo, claro, otras veces he estado a punto pero ahora me he hecho mayor y me digo: "¿Por qué no?"

Con mis impuestos eximidos y mi equipaje plastificado, estoy facturando este último cuando la chica de la compañía aérea me comunica que debo tener una invitación de alguien del país de destino (o una reserva de hotel) y el billete del vuelo de salida. Lo segundo lo tengo: en formato impresión de billete electrónico, dentro de la mochila. La mochila precintada, concretamente. Lo primero no lo tengo: aunque esta mañana he llamado a varios hoteles de Caracas, ninguno disponía de habitaciones libres. En tal caso, me informa la chica de la aerolínea, no puede darme el billete. En ese momento comprendo por qué me han dicho que debía estar tres horas antes en el aeropuerto. Lo que no comprendo es por qué no me han dicho que necesitaba una reserva. (Por cierto, la agencia se llama Novatours.) La aerochica me dice que puedo resolverlo en una oficina del piso de arriba: una agencia denominada Aviatur. Hacia allá me dirijo.

En Aviatur (o en un sitio que me pareció Aviatur, aunque puede que lo hubiera leído mal) me informan de que para hacer una reserva necesito una tarjeta de crédito, y la mía se quedó perdida en las entrañas de un cajero de Lima. También me aconsejan que vaya a Aviatur (definitivamente, lo tuve que haber leído mal). Hacia allá me dirijo.

En Aviatur (ahora sí) me ponen en contacto con la vendedora de la agencia de Bogotá (Novatours). Aunque tengo ganas de estrangularla con el poder del lado oscuro, me controlo y le pido una solución. La mujer se ofrece a hacerme una reserva y enviarla por fax a Aviatur. Mientras llega el fax, regreso a la planta baja y voy al mostrador de Aerolíneas Argentinas para que me hagan una impresión del billete electrónico de mi salida de Caracas, y así los señores de Lan Perú (la compañía que, si tengo suerte, me llevará a Caracas dentro de un rato) no tendrán que desprecintar mi mochila para sacar la impresión que, listo de mí, dejé allí dentro. En cinco minutos (o veinte, yo qué sé) me dan el comprobante con el vuelo que me llevará de Caracas a Buenos Aires y otros vuelos que ahora mismo no vienen al caso. Con este papelito vuelvo al piso de arriba, corro (porque todo esto lo hago corriendo: corriendo y parando, corriendo y parando, como en una de esas formas de tortura con nombre francés que tanto les gustaba a los profesores de gimnasia de mi infancia y adolescencia) a Aviatur y allí me pasan el fax con la reserva. Dos noches (la chica de Novatours dijo dos noches, y en aquel momento me daba igual) en el Playa Grande Caribe Hotel, por 31 dólares la primera y 22 la segunda. Con esta documentación, vuelvo al mostrador de Lan Perú. Allí, la aeromoza me extiende el billete para Caracas. La chica podía haber puesto cara de "¿ves qué fácil?". No lo hizo, aunque habría sido un detalle narrativamente interesante. Pero la realidad no siempre supera a la ficción.

Y aún me quedan dos horas para embarcar. Tras pasar la aduana y el control de seguridad, casi sin problemas (me hacen enseñarles cierto objeto personal de Camila y el contenido de mis bolsillos), me dirijo a la sala de embarque. Ahí vuelvo a mirar el fax de la reserva y descubro que salió un poco cortado por el lado izquierdo: donde me había parecido leer 31 dólares, debería poner 61; y no son 22 dólares la segunda noche, sino 122 el total de las dos noches. En ese momento decido que quizás debería buscarme otro hotel. (Repito: la agencia de viajes se llama Novatours; yo en vuestro lugar no la tendría en los primeros puestos de mi lista de preferencias.)

Una hora y media después, aún no hemos empezado a embarcar. Es entonces cuando un aeromozo llama a tres pasajeros: yo soy uno de ellos. Como hay pocos pasajeros, pienso que a lo mejor nos van a embarcar en grupos de tres. Pues no. En realidad nos llevan a la entrada del túnel que comunica con el avión. En el suelo hay tres bultos: uno de ellos, mi mochila. También hay dos o tres guardias de seguridad, o policías, o paramilitares uniformados. Una de ellos me dice: "Pase." Y yo obedezco (qué voy a hacer): estoy a punto de entrar en el avión cuando me ordenan que regrese. Y vuelvo a obedecer.




Mi mochila es la última en ser registrada. Me piden que la abra. Esto significa arrancar el plástico y abrir el candado. Cuando descorro la cremallera, empiezan a hurgar en su interior. Como no encuentran nada de su interés, lo vuelvo a meter todo. Y no es fácil. Cada vez es menos fácil conseguir meterlo todo en la mochila. Entonces reparan en un bolsillo exterior. En realidad, la mochila tiene varios bolsillos exteriores, pero (¿dónde entrenan a esta gente?) ellos sólo parecen reparar en uno. Lo abren y encuentran dos suvenires: dos minicandelabros de hierro que le compré a Yamith, nuestro anfitrión en Popayán (hablaré de él en otro momento), y una pieza de cerámica que André me rompió accidentalmente y que, aunque me consiguió una sustituta, yo me resisto a deshacerme de ella, no vaya la Pachamama a lanzarme una maldición. En seguida llegan a la conclusión de que tuvieron que ser los candelabros lo que hizo saltar las alarmas. Sin embargo, no pueden evitar rascar en la pieza de cerámica, como si esperaran encontrar alguna sustancia ilegal. Al final, se ofrecen muy amablemente a precintarme la mochila: con unas tiras de cinta aislante, algo es algo.

Luego, todo transcurre sin problemas. De hecho, los trámites aduaneros en el aeropuerto de Caracas resultan sorprendentemente rápidos, imagino que debido al hecho de que somos pocos los pasajeros del vuelo, y a que es viernes por la noche y la gente quiere irse a su casa.

En el taxi a Caracas oigo en la radio un discurso de Chávez, pero ésa es otra historia.


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sábado, 14 de abril de 2007

Demora de Moraes



Por esas razones que la razón no entiende, y que son las mejores, Camila ha optado por quedarse rezagada y prolongar su estancia en Bogotá. De modo que el Caminito se va a bifurcar cual sendero borgeano... De acuerdo, es posible que esto me esté quedando un poco pedante, pero sólo pretendía barrer bajo esta alfombra de pedantería la inevitable tristeza que me produce la separación.

En cualquier caso, Caracas me está esperando. (En realidad, llegué ayer: como dice André, este blog está muy desactualizado.)

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miércoles, 11 de abril de 2007

Nada que ver



En Ecuador, la moneda oficial es el dólar USA. El sombrero típico se llama panamá. Y el mejor equipo de fútbol (aseguran) es el Barcelona de Guayaquil, cuya indumentaria es idéntica a la del Barcelona de Barcelona. Dicen en la estupenda película Qué tan lejos que, en Ecuador, "nada tiene que ver con nada".

Pero Ecuador tiene mucho que ver. Por ejemplo:

  • Unas carreteras con controles policiales cada dos por tres: te registran la mochila y/o te piden el pasaporte y/o te piden "la cédula" (D.N.I.) y/o te cachean y/o te preguntan si tienes novio (no a mí, sino a Camila). Y eso después de una accidentada y harto estresada irrupción en el país, gracias a unos taxistas peruanos que se dedican a meterte el miedo en el cuerpo: nos dijeron que, si no nos dábamos prisa, íbamos a encontrarnos la frontera cerrada por diez días; junto a otras cosas que tienen que ver con la seguridad personal y la integridad física de las personas.




  • Quito, una urbe moderna que en realidad son dos ciudades, como casi todas las ciudades. Nos alojamos en la zona conocida como Gringolandia (Guirilandia, para que me entiendan mis paisanos), repleta de cafés y restaurantes de todo el mundo, incluso Ecuador. Aunque en fin de semana santa estaba casi todo cerrado, menos las iglesias (repletas de gente que iba a bendecir la palma o ramo). Eso sí, siempre nos quedaba la opción de desayunar en la habitación del hotel; opción gastronómicamente poco recomendable.




  • La "otra ciudad", el Quito antiguo: un centro histórico precioso al que se llega mediante un sistema de transportes moderno, pero mal señalizado. Con lo fácil que sería poner un croquis de la línea dentro de los buses.





  • Unas calles que, como las de Lima, poseen más nombres que la partida de nacimiento de un nieto del rey de España.




  • La Mitad del Mundo. El ecuador propiamente dicho. El paralelo más largo del mundo. El sitio donde se juntan los dos hemisferios. La línea que permite ir del otoño a la primavera sin pasar por el invierno.


  • Un par de buenas películas. Junto a la arriba mencionada, una rareza de filmoteca producida para la televisión alemana hace quince años, con guión y todo (menos el director) ecuatorianos: La escapada final. La arriba mencionada, por cierto, es una película deliciosa en plan road movie que, aparte de los méritos propios, tenía el valor añadido de estar acompañada (en el caso de nuestra proyección) por las risas del público, lo que nos hacía entender hasta qué punto se sentían reflejados por lo que contaba el filme.


  • Una señora, encargada del hotel, que no hacía más que llamarnos "m'hijito(a)" y que el último día nos confesó que le habíamos parecido franceses. Y nos dijo que tuviéramos cuidado en Colombia, que no hiciéramos amistades en ese país, y una cosa sobre las inclinaciones sexuales del presidente de Venezuela.

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sábado, 7 de abril de 2007

La odisea de André



Quizás os estéis preguntando qué sucedió con André. Pues la cosa fue más o menos como sigue: lo dejamos en La Paz, solo pero bien acompañado; y poco después regresó a Sampa, recuperado de sus protuberancias en la mano, pero atacado por una señora gripe.

Aunque entre La Pau y Sant Pau tuvo un viajecito digno de mención. Pero mejor que lo mencione él (no creo que haga falta traducirlo; salvo quizás carona: autoestop):


tive que tomar um vôo da TAM militar que atrasou 2 horas e meia e ainda parou em cochabamba e santa cruz de la sierra. chegando a puerto suarez, peguei uma carona com uma equipe de engenheiros bolivas que trabalham na hidrovia até a fronteira. de lá, um tiozinho boliva (marinheiro das barcas que sobem o rio) dividiu o taxi comigo até a rodoviária de corumbá. de lá, muitas horas depois, parti rumo a campo grande. 8 horas e muitos minutos depois, alguns deles parados na estrada enquanto a polícia federal dava uma geral no busão atrás de coca, cheguei ao aeroporto (com um saco de folhas de coca na bagagem). thanks god que consegui antecipar meu vôo para um que saía às 3 da manhã. e foi aí que conheci um major do exército que já viveu em tudo qto é fronteira deste mundão sem porteira e que veio contando estórias inacreditáveis sobre este país. e os vizinhos também. e agora aqui estou eu, amargando uma gripe desgracciatta que só me permite chegar até a padaria da esquina para que eu não morra de fome.

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domingo, 1 de abril de 2007

El tema de las patrias

Los españoles que me perdonen, sobretodo este que me toca a mi (querido Al), pero no es aceptable que algunos peruanos digan, al escuchar que Alberto viene de España, lo siguiente: "Ah! La madre-pátria!".

La madre-patria, pendejos, para ustedes es el Perú.

No se olviden de que, otros tiempos, los colonizadores, en este caso los españoles, fueron quien les sacó, para quedarnos en poco, la plata de las minas.

Una cosa es una cosa, otra cosa es otra cosa ;-)

PS. Y no se preocupen, que no desaparecí de este blog. Ok, Al?

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El no entrevistado del mes


Se llama Juan Carlos, apareció y salió de mi vida como si nada.

Estaba sentada en La Plaza Mayor de Lima y - como en Perú nadie está solo en público por más de cinco minutos (por lo menos, eso me pasó a mi) - él me preguntó la hora para, 15 minutos después, llevarme a conocer lo mejor de los libros y pelis del Perú.

Profesor, le invité a hablar para nuestra cámara, entre una cerveza, un baile y otra cerveza, sobre temas que le tocan, como educación y el hijo de puta de la Casa del Gobierno o los injustos del Palacio de Justicia, lo que él se interesó mucho por hacer.

El día siguiente, sin embargo, me dejó esperando en el mismo banco este de la Mayor, así que... nada.

Todo eso para contarles que seguimos a la caza de entrevistados, pero ellos no sienten el mismo cariño por nosotros.

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(Esta noche no alumbra) porque no tiene gas

Bolivia es uno de los principales exportadores de gas. Eso al menos nos han hecho creer los que dan las noticias, y yo no tengo razones para no creerlo.

En cualquier caso, en casa del herrero, el que parte y reparte no siempre se queda con la mejor parte. Por ello, no es de extrañar que, pese al frío andino, no viéramos una sola estufa. Que en determinados sitios no hubiera agua caliente. O que el bus que debía llevarnos de Copacabana (la boliviana, en el lago Titicaca) a Cusco no llegara a salir de La Paz.

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De Cusco a Lima

Alguna vez nos debieron de contar en el colegio que Garcilaso de la Vega (Garci para los amigos) había nacido en Cuzco, Perú.




Lo que no nos contaron es que Cuzco (o el Cusco) es una de las ciudades más escandalosamente hermosas del mundo. Con una Plaza de Armas que quita el soroche y un sinfín de edificios coloniales, en plan castellano viejo, se ha convertido en mi ciudad americana "de provincias" favorita, con permiso de Oaxaca.




Otra cosa que no enseñan en la escuela es que Cuz/sco tiene más taxis que personas. Poco antes de las siete de la mañana de un día cualquiera, a la puerta del hostal pueden pasar como... bueno, mejor los contáis vosotros.



Además, los taxis (mejor dicho, los taxistas) continuamente están tocando el claxon (y las pelotas). Aunque eso no es nada comparado con el índice de bocinidad de Lima, donde los taxistas sólo dejan de tocar la bocina cuando están a punto de atropellarte.

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