Balada para un locutorio

Los locutorios de Buenos Aires tienen ese qué se yo (¿viste?) que hace que alquilar un ordenador sea como una caja de bombones; o mejor: como una caja de alfajores llena de bombones; o... bueno, qué se yo.

El ordenador elegido (no por ti, sino por el encargado de turno) puede:

- No disponer de entrada USB, lo que complica bastante las cosas a la hora de colgar fotos en el blog.

- Ser excesivamente lento, lo que acrecienta tu nivel de desesperación, así como el importe del usufructo* de dicho ordenador. Además, te obliga a abrir el Gmail en versión HTML y sin barra de desplazamiento vertical (no sé si esto es consecuencia de la lentitud, del HTML o de la suerte que tengo).

- Estar adosado a una columna, de modo que no tienes más remedio que hacer juegos malabares con el teclado al borde de la mesa. Otra opción es ponértelo en el regazo (modo "laptop de bajomesa").

- Tener una pantalla con apariencia de "ojo de pez".

- Tener una pantalla de un tono verde botella.

- Disponer de un teclado tan duro que te entran ganas de pedirle al encargado un martillo para aporrearlo (el teclado).

- Reunir varias de las prestaciones anteriores.

Pero no se vayan todavía, aún hay más. Por ejemplo, a las 5.45 de la tarde te pueden decir: "En cinco minutos cerramos."

Y después de esto, sales a la calle, das un paseo por Callao, Corrientes y cualquiera de esas avenidas y callecitas que tienen ese qué se yo (¿viste?) y no puedes menos que dar las gracias por haber sido deportado de ese locutorio.

Luego, entras en otro y vuelta a empezar.

* Seguramente he hecho mal uso del palabro, pero me da igual.